viernes, 29 de mayo de 2020

¿Mente sana en cuarentena sana?

Al principio de la cuarentena mi ímpetu por aprovechar el tiempo fuera de la oficina me llevó a elaborar una lista de “tu dús” para sentirme menos improductiva. Pero considerando el saldo de mi cuenta bancaria me he obligado a reformular la lista y pasar de aspiracionalmente querer aprender a tocar el piano, a armar una playlist de “Rubinstein pá hacer quiacer”; de hilar alfombras persas a aprender a zurcir mis calcetas; de sembrar orquídeas exóticas a comprometerme a ponerle agua a mis plantas; en vez de alucinar con preparar pez globo, dejaré de atascarme de maruchanes de camarón; y de entender la mecánica cuántica a aprenderme la tabla del siete… apuesto lo que quieras a que tu también tienes que repasarla desde un principio para saber cuánto es siete por seis (rima pero no son cincuenta y dos)


La curva también es emocional. A los cinco días memeaban con cosas como”¿ya hiciste Tik Tok?”, “¿ya te cortaste el fleco?”,  "¿Ya le hablaste a tu ex?”... cosas que aparentemente una persona sana mentalmente no hace, y no porque yo sea sana mentalmente, pero  a mi favor puedo decir orgullosa que no sé que es Tik Tok, no tengo fleco y no le he marcado a nadie… ni a mi papá, ni a mi mamá ni a mi ex, porque me tiene bloqueada desde agosto del 2019 y además no lo creo necesario: aún estoy en proceso de asimilación de sus mentiras y traiciones, y entre más cosas descubro, menos ganas me dan de saber si vive o muere… al final sé que necesitará suerte porque yo ya no estoy a su lado.



Nada está escrito y las cosas pasan porque sí, y en este escenario resulta lógico pensar que de habernos avisado alguien confiable de la pandemia de Covid 19, estaríamos prevenidos.

Los únicos que previeron fueron un grupo de personas que a sabiendas que se se cagan de miedo ante las pandemias, corrieron a abastacerse de papel higiénico, y ahora no les queda más que usarlo o venderlo a quien tenga chorrillo. No los culpo, son previsores y funcionaron como un parámetro de medición que nos indicó que cosas atípicas estaban sucediendo.  La realidad es que todos sin excepción estamos preocupados y generamos un ambiente extendido en el que se respira incertidumbre y se refuerza con las miradas de expresión angustiosa o ceños fruncidos que es lo único que podemos observar con un cubrebocas puesto… y por la expresión de sus rostros dudo mucho que esos labios que no podemos ver estén sonriendo.



El ambiente de incertidumbre generalizado no es para menos porque ésta situación está totalmente fuera de lo común. Solo la gente de hace cien años que padeció la última pandemia supo cómo fué, pero como a los seres humanos comunmente se nos olvidan las cosas o morimos, ahora solo quedan registros que pueden servir solo si descartamos que en aquella época el entorno era muy diferente… ni siquiera con ésta información podemos proyectar un escenario que nos brinde algún tipo de certeza, no es de extrañarse el estrés. No estamos listos para enfrentar una pandemia porque no tenemos idea de lo que eso implica.




Y la realidad es que ésto sucedió como todo lo que normalmente sucede en la vida: pasa y ya y no hay manera de saber lo que nos depara el futuro. Más de alguno supusimos que éste sería nuestro año, pero la vida son esas cosas que pasan sin que uno lo planee.


Pasar mucho tiempo en ocio le da a la mente la oportunidad de generar ideas. Bien dicen que la ociosidad es la madre de todos los vicios y supongo que al no tener algo qué hacer o una guía que indique el protocolo de actuación en casa ante la pandemia, los seres humanos que de alguna forma u otra estamos viviendo el confinamiento nos las ingeniamos para no caer en comportamientos fuera de lo común. Sin embargo es de esperarse que tarde o temprano la influencia del ambiente nos orille a tener pensamientos nuevos y formular ideas que no podrían haberse formulado de estar en un ambiente normal… como pensar en las probabilidades de morir infectado o de plano tomar otras determinaciones para concluir con la incertidumbre. Ni siquiera en eso podemos tener algún tipo de control.





Suena trágico y melodramático pero la realidad es que morir por un puto virus chino es un albur: como cuando compras baratijas de todo a $5 y de tres piezas que compras una sale buena… si me dá el virus chino puede que me toque uno chafa y no pase nada o puede que me fulmine hasta hacerme caca los pulmones, porque a veces, y solo a veces, lo chino sale bueno.


No sabemos qué es lo que vaya a pasar o lo que nos depara el destino, y todo lo que estamos haciendo en estos momentos es prepararnos, preocuparnos y darle vueltas al asunto. No podemos hacer más: no tenemos ningún tipo de control sobre la situación, no tenemos información de primera mano, somos bombardeados por diferentes frentes con datos discrepantes, no nos consta, nos preguntamos si es real, si no es real, si acaso conoce alguien a quien esté enfermo. No tenemos certeza, y como no tenemos certeza generamos inseguridad y estrés. 





Los primeros días de cuarentena me enfoqué en limpiar, y ahora observando en retrospectiva, el acto de limpiar posiblemente fue para evitar escribir, puesto que pienso las cosas y planeo anotarlas, pero luego se me va la inspiración y al final solo plasmo una mísera parte de los pensamientos que circulan dentro de mi cabeza provocando que el sentimiento que me movió a escribir permanezca dentro del cuerpo generando la sensación de que tengo cosas pendientes...


.. y la realidad es que sí tengo cosas pendientes, en específico en ésta semana de la cuarentena, semana de incomodidad generalizada en un sube y baja de emociones, me pasó de todo. Las cosas estaban aparentemente tranquilas, pero no contaba con que no solo yo estaba teniendo cuestionamientos existenciales. Porque como el ganado está enojado, tuve la necesidad de aclarar varias situaciones y a decir verdad me resultó un tanto incómodo.

Ya después, más pronto que nunca, escribiré un post acerca del ganado y las explicaciones sobre mi conducta promiscua a todas luces reprobable socialmente en los estados de Guanajuato, Querétaro y ebriedad.

Hay que tomar en cuenta que empecé a escribir la tercera temporada de éste blog por salud mental y decidí contar lo que me agobia porque la realidad es que no sé si vaya a salir de ésta o perezca por un linchamiento moral. Desafortunadamente me involucré con gente que siente que si acaso les debo algo, son capaces de cobrarse a lo chino aunque no les deba nada. A esa gente se les llama ojetes y no son fáciles de identificar. La definición tres se adecúa más.




El estrés y la situación nos llevan a sentirnos vulnerables emocionalmente en algunos casos, y en esa vulnerabilidad emocional resulta que ya también la tienen algunos conocidos que han estado conviviendo con sus esposas. Porque resulta que sí, en efecto, ahora que extrañan a la amante están en una situación desesperada en la que sin querer quienes han fallado a un compromiso establecido previamente sacan a flote sus secretos más oscuros y ésto está estallando.
Ante estos escenarios no me extraña un incremento en la violencia doméstica de manera generalizada… al final todo sale a la luz, y las cosas caen por su propio peso. Como sugerencia, cubran todos sus frentes, las personas no somos tontas, solo que a veces nos hacemos pendejos para hacer pendejos a quienes creen que nos están haciendo pendejos.





Existieron estallamientos de ira en ésta semana que me distrajeron del blog. Humildemente solo puedo decir que yo no obligué a nadie a hacer absolutamente nada y que, por sororidad, por negarme a ser partícipe de la provocación de dolor a otra mujer, les pedí a los tres que les dijeran a sus respectivas que había una situación… ignoro cómo hayan terminado la cosa, y no me interesa en lo que concluya porque no es mi asunto. No fuí yo quien estableció un compromiso y lo rompió. Y no soy mamá de nadie para andar investigando el pasado de algunos susodichos y protegerlos de traicionarse a sí mismos… domestíquense por favor y no esperen que yo actúe como detective privado y acuda al registro civil a comprobar que están solteros.





Al final cada uno de nosotros debemos tener las agallas para enfrentar cada una de éstas situaciones. Yo lo veo desde esa perspectiva porque durante todo mi matrimonio que duró dos años con quince días fui totalmente fiel y no tengo cola que me pisen. Al contrario, hice cosas y dejé de hacer cosas con el propósito de crear un ambiente de confianza, por el bienestar de pareja, por un ganar ganar.

Para el agrado de mi entonces marido, dejé algunos comportamientos muy tóxicos, por ejemplo dejé de tirarme pedos en el sillón mientras veíamos películas. Ésto es sólo uno de los muchos ejemplos de lo que hice por amor. Pero concederle llegar al grado de renunciar a lo que yo soy, o renunciar a la búsqueda de mí misma (porque dicen mis padres que estoy perdida y el hecho de que me haya ido a oaxaca a buscarme a mi misma y que me haya encontrado otra cosa pues es punto y a parte, y es para otro post), no es negociable porque se trata de mi vida, son mis sentimientos, mis conflictos existenciales y es mi pedo.





En efecto, por si no se nota escribo para mí, escribo para entenderme, escribo para ayudarme. Si a alguien le ayuda lo que escribo, pues es un plus y cuando recibo sus comentarios es edificante, las opiniones son válidas, pero no una imposición. De acuerdo a lo que he vivido y a lo que necesito tomaré la decisión aceptar dicha opinión y aplicarla, o analizar esa opinión y observar que no tiene nada que ver con lo que estoy viviendo y rechazarla. Si vuelves insistir con hacerme ver que es pertinente y yo ya decidí que no lo es después de entender tus puntos de vista, te puedo invitar a que te enrolles tu opinión, la lubriques y la introduzcas profundamente por tu cavidad rectal con mucho cariño para evitar que te duela.





¿Y qué tal si el ruido de fondo es evitar darnos cuenta de que nos puede tocar a nosotros y el dia de mañana ya no estamos aquí y a eso se debe realmente el estrés generalizado? Sospecho que en muchos casos todo el estrés acumulado es porque continuamente estamos evitando pensar en eso realmente… o porque la lumbre ha llegado a los aparejos.

Por dentro y a lo mejor no tan dentro pienso que sí existe una posibilidad de que me toque a mí, porque la información no es certera, no tengo un criterio para determinar si tengo probabilidades de vivir, morir, sobrevivir o sobremorir. No hay un parámetro comprobado en su efectividad para determinar quién vive o quien muere, nos puede pasar a todos y conscientemente o inconscientemente esa idea de resultar premiado con un funeral ya está grabada en la mente de muchos de nosotros a estas alturas del confinamiento.





Y con todo lo anterior se espera socialmente que aprendamos a hacer cosas nuevas y a superarnos y ser mejores cada día porque es nuestro deber aprovechar el tiempo que ahora una situación atípica nos ha otorgado forzosamente. Entonces ¿qué somos?, ¿piezas perfectas funcionando alineadamente en un engranaje productivo?, ¿no tenemos defectos?, ¿no tenemos derecho a sentir ansiedad, a sentir depresión, miedo, angustia?. Porque al parecer la única pantalla aceptada es la de: sé feliz, haz, construye, crea… como si todos en nuestra casa tuviéramos la oportunidad de aprender en medio de nuestras obligaciones y responsabilidades cotidianas y contáramos con los recursos para invertir en nuestro conocimiento… con no volverme loca me doy por bien servida.


Dicen que dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros, pero yo en lugar de dios mejor me hubiera ahorrado las batallas y pondría juegos de azar y hombresuelos. No veo la necesidad de soltar un virus para trastornarnos la, ya de por sí, trastornada existencia. Me siento inútil e improductiva, pero por lo menos ahora sé que siete por seis son cuarenta y dos.


La rola de hoy: 


1 comentario:

Comentarios bienvenidos!