jueves, 17 de agosto de 2017

La cosa va bien...

Estúpida felicidad, rompí uno de mis paradigmas más fuertes y no me arrepiento porque las cosas salieron mucho mejor de lo que esperaba.


Como pueden ver, no ardí en leña verde, tampoco hay desaparecidos y mucho menos me mandaron a volar… y eso me hace muy feliz. 


Mis miedos más profundos son demasiado pendejos que ni siquiera merecen ser llamados miedos... sí, así soy de valiente, pero a esa conclusión llego hasta después de superarlos, porque mientras los tengo los veo como terribles monstruos que me quitan el aliento, que no me dejan dormir, que me desesperanzan, me descorazonan y me enloquecen al grado de desquiciarme y sentirme vulnerable e indefensa. Reconozco que me pongo muy intensa y es porque tiendo a exagerar las situaciones y a ver las cosas desde una perspectiva muy fatalista, porque razono que una vez considerado el peor de los escenarios, lo que venga es bueno.

Precisamente por éste enfoque fatalista es que le temo al NO. Pero confieso que el NO no es mi mayor miedo, porque mis mayores miedos son que se me descomponga la lavadora, quedarme sin gas, que me corten el agua, que se vaya la luz… que no haya internet. Eso sí da miedo, y es que con otro tipo de miedos puedo salir corriendo y desaparecer… pero no se puede hacer eso cuando la lavadora está descompuesta y  no hay agua: debo enfrentarlo.

Por este enfoque fatalista que tengo a veces (siempre), hay gente que me odia cuando doy una opinión o una recomendación, por eso decía en el post anterior que a veces mejor prefiero callar y quedarme con la duda a decir las cosas, molestar y perder todo lo que no he obtenido, porque se puede perder todo, pero si no se pierde la esperanza, por lo menos eso queda: la fucking esperanza de lo que en el futuro podría ser.

Quienes me conocen ahora, podrían definirme como una persona demasiado abierta… demasiado. Sin embargo no todo fue así desde el principio. Ya he mencionado que al conocer al gran amor de mi vida Luis Alberto Andrade Verga, digo Vega, a la edad de cinco años, era demasiado precoz, pero al mismo tiempo muy tímida. Y esta timidez me caracterizó durante muchos años, hasta que cumplí catorce y probé la marihuana et voilá… despegué. Sin embargo mientras tuve esa etapa de timidez me perdí de muchas experiencias, y todo por el patético miedo que tenía para hablar acerca de mis necesidades, deseos, sentimientos y de las cosas que me hacían dudar todo el tiempo.



Cuando era niña y deseaba algo, me costaba demasiado pedirlo, porque razonaba que viviendo en una familia con carencias, lo que menos necesitaban era que yo anduviera pidiendo cosas que se me antojaban. De antemano sabía que por cuestiones monetarias, las probabilidades de que me negaran lo que deseaba eran muy altas. Ahora razono que en esos momentos para mis padres, que no tenían tele y por poco tuvieron a los hijos que dios les dio (hasta que compraron una tele), les era muy difícil mantenernos a mí y a mis hermanos en medio de una crisis durante los 80´s. Fue complicado darles la atención que los tres hijos requerían, sobre todo a la mayor que era la más desequilibrada (¿era?), y a parte de todo, cumplir con las expectativas sociales, familiares y laborales… sí las exigencias sociales estaban (¿estaban?) para volverse locos, así que haber sobrevivido a eso implica que quienes vivimos una situación similar, tuvimos que enfrentarnos con situaciones que tienen mucho que ver con la carencia y las restricciones. Mi mamá tuvo que trabajar, no era como las mamás huevonas de mis compañeros de escuela que a la hora del recreo les llevaban el almuerzo, ella rompió esquemas sociales para darnos una vida con menos carencias. Suena bonito que “la niñez de aquellas épocas era feliz jugando con canicas y con los zapatos rotos”… pero la realidad es que ninguno de nosotros le hubiera hecho el feo a un Atari ni a unos tenis como los de Marty Mc Fly en Volver al Futuro.

Platicando con mis coetáneos, he llegado al corolario de que la crisis de los 80 marcó nuestra manera de relacionarnos con los demás: algunos son restringidos y amables, pensando en que el otro tiene también la misma necesidad… y otros son pertinaces e intransigentes, pensando en que el otro también tiene la misma necesidad. Sí, llámenlo trauma o como quiera que deseen llamarle, pero en mi caso, puedo atribuir al periodo de carestía en mi niñez, la manera tan “¿torcida?” que tengo de ver las cosas, y el miedo irracional que a veces siento de que me digan que no. Sé que hubo niños más carenciados que yo y más necesitados y que hoy en día no están traumados como yo, pero este es mi blog y estoy hablando de mí y no de los traumas que los otros no tienen y yo sí… si quieren tratar sus traumas, que escriban su propio blog.

Prosiguendo, precisamente ese miedo más grande, de que me digan que NO, es lo que me mueve a lograr las cosas, a ser intransigente y pertinaz (por no decir “aperrada”), en algunos momentos, y también a agachar la cabeza y doblar las manitas en otros momentos y en otras circunstancias…. No pienses mal, es una metáfora del sometimiento al que a veces me expongo para lograr mis objetivos… no pienses mal, no acostumbro a dar las nalgas para conseguir algo… es una alegoría de que a veces tengo que ceder para conseguir lo que quiero… me refiero a que a veces la cosa se pone dura y a una no le queda de otra más que aflojar… bueno, me refiero a… daaa, seguro tú me entiendes porque también has pasado por lo mismo.



Ese miedo al NO, es el que me ha impulsado a hacer las cosas más alocadas en mi vida, y también a arruinar mi vida en momentos de locura... pero como en todo, a veces solo necesito un pequeño empujoncito para que las cosas mejoren, o se pongan peor de lo que ya están.

Lo más extraño es que estaba sobria cuando lo dije!
El punto es que, en eso del miedo al NO, en muchas ocasiones he cambiado el rumbo de mi vida y he desperdiciado oportunidades… y he mandado al acabose muchas relaciones… y he arruinado lindas amistades al decir SÍ, por el miedo a decir NO.


Eso de quedarse con la duda es algo que he descubierto que me mata lentamente. Aparentemente es fácil animarse, porque como dicen por ahí “arriésgate por el SÍ, porque el NO ya lo tienes”… pero en mi caso, saberme insuficiente, carente de cualidades, reconocer mis restricciones y darme cuenta de que no cubro expectativas, es más doloroso que quedarme con las ganas o con la duda. Es por eso que el paso que di la semana anterior fue muy importante para mi: resolver conflictos, expresar inconformidades y aclarar las situaciones fue bastante productivo y no ardí en leña verde como creí que iba a suceder, al contrario: las cosas marchan mucho mejor y eso me hace muy feliz.

Aprendí que la mentira nos pone a la defensiva, cuando queremos a alguien y nos miente, la decepción es enorme, igual pasa en sentido contrario, por eso será mejor hablar con sinceridad, el tiempo no se recupera. Cuando no queremos a alguien, nos portamos hipócritas para caer bien y limar asperezas sociales. El problema es que muchas veces no sabemos identificar qué tan importantes somos para los demás... creeré cuando me digas que puedo hablarte con la verdad... lo mejor es que seguimos siendo libres <3 <3 <3

La rola de hoy



Some people think they're always right...




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