jueves, 6 de julio de 2017

No creo en cuentos

A la edad de cinco años, me interesaba demasiado jugar, dibujar, hacer muñecos de plastilina, leer historias, y mi mente era tierna e inocente (si, alguna vez mi mente fue inocente y tierna, por increíble que parezca). Ya en algún momento expuse algunas referencias acerca de mi niñez, pícale al link.  A la edad de cinco años, estaban de moda los transformers, G.I. Joe, la avalancha, los autos hot wheels y las Barbies... las fu-ck-ing Barbies. Tanta era la moda de la pinche Barbie, que al ver que todas las niñas de mi edad la tenían, le pedí fervientemente a mi mamá que me la comprara, -pídesela a los reyes- me dijo. Lo peor es que en ese momento le creí, porque los reyes magos me parecían una fabulosa luz de esperanza en este mundo lleno de regaños, acoso escolar, tareas escolares inútiles y profesores intransigentes. (Me desilusioné a los seis años que en lugar de juguetes pedí la paz mundial: ahí comencé a dudar)



El pedo es que en ese momento faltaba mucho para los reyes y a mí me urgía contar con la estúpida muñeca, porque temía correr el riesgo de ser marginada y señalada por mis primas, la vecina Lucy, mis compañeros de la escuela... y con ésto tener mi pase directo al bulling y evidenciarme como la más incompetente del mundo... sensación nefasta que antes del bulling ya tenía, pero que apaciguaba muy bien con un atascón de papitas fritas y coca cola en bolsita. Por mis atascones, y compararme con la Barbie, años más tarde me sentí culpable y de hecho hasta la fecha me siento las lonjas y me siento culpable, (aunque hoy en día la Barbie me valga madres.) Traumas pendejos de la infancia que nos marcan de por vida, les dicen.

Planee hasta secuestrar a la maldita Barbie: tomar la muñeca de mi vecina sin que se diera cuenta, para llevarla a la escuela, presumirla, y regresarla sana y salva con su dueña ese mismo día por la tarde… ideas pendejas que se le ocurren a una, como esas ideas pendejas de creer en las hadas de las cuales les hablé en el post anterior, a mi favor puedo decir que en aquel entonces tenía una inocente y nada maliciosa alma de niña.

Por fin, después de tantos ruegos con ojos de cara de gato de Shrek, mi mamá me compró una pendeja Barbie, y no es para menos que le diga "pendeja Barbie" porque viniendo en miles de versiones la jodida muñeca, desde doctora hasta astronauta, mi madre decidió comprarme nada más y nada menos que la amiga de Barbie, la Tracy Novia.

Tuve una muñeca exactamente igual a ésta...
mi madre trataba de decirme algo
Hoy en día comprendo que mi mamá trataba de darme a entender algo con esa muñeca... pero como todo consejo que me han dado en la vida: me entra por uno y me sale por el orto, perdón, por el otro. Yo sigo soltera y va para rato... para largo rato. (cada vez que veo a alguien barriendo, pongo mis pies... es broma, yo no creo en esas pendejadas)

Recuerdo las charlas con mi mamá, donde insistentemente me señalaba el "valor de la virginidad" con sus críticas hacia las mujeres que no se enfocan ni en tomar los hábitos, ni en el propósito del sacrosanto matrimonio como el eje principal de sus vidas: o te casas con un buen hombre, o te vas de monja, no hay de otra.



Ay mamá, reconoce la realidad por favor y date cuenta que estoy lejos de tu estereotipo de mujer perfecta y más cerca de parecerme a La Congelada de Uva, La Verdolaga Enmascarada o a La Loca de los Gatos.


Fui bastante precoz, me cuestionaba cómo era posible mantenerse pura en este mundo lleno de minifaldas ajustadas, escotes pronunciados y posters de Marilyn Monroe (sí, me prenden, ¿y?), sabía que tomar los hábitos no era una opción viable para mí... sí, a la tierna edad que queda entre los cinco y los siete años. Lo dije en el post anterior: no puedo ser niña buena, porque soy como el demonio.


A esa tierna edad de los cinco a los siete años, recuerdo que comenzaba a tratar de comprender el mundo en el que habitaba. Constantemente era bombardeada con ideas acerca de cómo debía ser mi vida, y que era lo que se esperaba de mí. En efecto, lo que se esperaba de mi era que cumpliera con un rol femenino, pero las expectativas no eran lo suficientemente claras. Por un lado estaba mi madre, quien como cualquier madre, deseaba fervientemente que me portara como un ejemplo de hija: estudiosa, con excelentes calificaciones, bien portada, bien hablada, discreta, sin intereses románticos…

Y por otro lado estaban mis tías, mis divertidas tías que se entretenían conmigo haciéndome manicura y poniéndome brillo en los labios (para hacerme más atractiva y femenina), y con quienes podía hablar en la intimidad acerca de las dificultades en la escuela, criticar a la gente, despotricar contra las situaciones diarias, señalar lo que a mi juicio parecía injusto, y hablar de mis intereses románticos… sin ser juzgada ni reprendida.

Ambos escenarios, en apariencia diametralmente opuestos, se dirigían a un solo objetivo, perdón, hacia un patético objetivo: desarrollar las características adecuadas para conseguir un marido con quién vivir feliz por siempre… hasta la fecha no lo he querido conseguir, no he querido casarme y hasta la fecha mi madre no me perdona que no me haya casado.

Había muchos estereotipos que me señalaban lo que se supone que se debe esperar de una mujer: ser buena como amante, confidente, ama de casa, coordinadora, intérprete, organizadora, psicóloga, intendente, educadora, confidente, consejera, contadora, negociadora, enfermera, cocinera, planificadora, chofer, abastecedora, arrulladora de niños, dependienta, costurera, catequista, veterinaria, bailarina, conciliadora, peluquera, profesora, jardinera, lavandera, maquilladora, secretaria, conservadora, ahorradora, comunicóloga, malabarista, ayudante, asistente, contorsionista, humorista, jugadora, niñera, actriz, organizadora, confesora, animadora, entrenadora... y por la situación en la que me encontraba, yo suponía que a lo más que podía aspirar era a ser lavadora de trastes...


Es una locura. Cuando me di cuenta de todo eso, pensé que era mejor decidir ser hombre… pero conociéndome, si fuera hombre, sería bien joto, por aquello de la "retroalimentación".

Los estándares que debe cumplir el modelo ideal de la esposa perfecta son en realidad utópicos, además, ¿de dónde les sale el gusto por convertirse en la servidumbre? Es decir, si se observa bien, todas las características enlistadas que una mujer decente se supone debe cumplir, están enfocadas en servir a los demás… ¿en serio creen que me iba a tragar el cuento de que ese esquema de esclavitud es "vivir feliz por siempre"?. Me opongo totalmente a eso, yo nunca me vi a mi misma como una resignada esposa que por gusto se anula a sí misma en pro de la familia. Si me salen con que este esquema debe vivirse con el gusto de atender a una familia feliz, neta prefiero ser hombre: llegar del trabajo, abrir el refri, destapar una cerveza y sentarme en el sillón a ver la tele en lo que mi linda esposa me prepara la cena, y se encarga de atenderme, de mantener la casa ordenada, tener mi ropa limpia, plancharme... y también desarrugarme la ropa.

Había dicho que no me casaría, pero ante este escenario, considero que el matrimonio podría ser tentador… solo tengo que encontrar a la mujer perfecta para casarme con ella… después de hacer el tortuoso trámite de la boda civil, ya que los retrógradas tercermundistas de este país se oponen a las bodas entre personas del mismo sexo.



Desde muy niña, me sentí en rebeldía hacia el cumplimiento del papel que se supone debía cumplir, y es que fuck!!, yo a los seis años leí la “Respuesta a Sor Filotea”, sí, a los seis años leía y escribía perfectamente, lo cual me abrió la puerta a muchísimos horizontes, más allá de los horizontes que podían si quiera imaginar mis coetáneas… no sé qué hubiera sido de mi vida si también hubiera leído a esa edad a Simone de Beauvoir… tal vez me hubieran quemado en la hoguera, o tal vez me hubiera sublevado a las ideas que me impusieron y que evitaron que desde un principio manifestara fuertemente mi oposición al esquema que se supone debía cumplir en mi rol femenino.


Entonces, con esa increíble capacidad de conocer otros mundos a través de la lectura, fue inevitable que conforme iba conociendo diferentes filosofías, me cuestionara progresivamente acerca de la veracidad y validez de las mismas. Y es que a parte de todo, conforme iba leyendo, desde el periódico hasta la enciclopedia salvat, mis esquemas de pensamiento iban cambiando, pero a pesar de que en realidad no era tan tonta, pero sí muy sentimental, empática y suceptible, razoné que por ningún motivo le iba a decir a mi mamá que me parecía mas sensato dedicarme a hacer de mi cola un papalote en lugar de amarrarme a cumplir con expectativas pendejas que no dependían de mí, sino de otros, y es que ¿cómo carajos hacerle para que otro me quisiera? no se puede mandar sobre la voluntad de una persona, a menos que sea un chantaje. Y es que, shingao, ya mencioné que "yo solo quería besar a Luis" (y si no te acuerdas, o no lo leíste, lee nuevamente el post anterior) … grave error no decirle a mi mamá que me parecía más sensato no casarme... o tal vez hubiera sido peor si se lo hubiera dicho y hoy en día en lugar de ventanear mis traumas en un blog, estaría rezando, desde mi celda de la congregación de la archicofradía del santo prepucio, a algún santo… me pregunto, ¿cuál sería mi nombre de monja?. Sé lo que estás pensando, pero Sor Rita o Sor Raymunda dudo que sean una opción real.

No sé que hubiera pasado en éste punto, de externar mis dudas, seguramente habría sido censurada de la peor manera. Pero, por otro lado, no haber luchado por mis ideales desde un principio y haber sido adoctrinada en una ideología patética, me costaron decisiones dolorosas y haber perdido muchos años de mi vida… como si se tratara de un episodio oscuro en mi existencia.


Aquí fue tal vez el quiebre de mi vida: confié ciegamente en que los adultos que me rodeaban, me guiaran de la mejor manera, y en lugar de reafirmarme la capacidad de dudar, cuestionar, investigar, comprobar… me llenaron la cabeza con fantasías. Hasta la fecha me sigo responsabilizando por haber permitido eso, y en un acto de contrarrestar este hecho, hoy en día soy escéptica, desconfiada y muy suspicaz… si, darlin', mi aparente indiferencia no es más que un mecanismo de defensa... 

Mis reminiscencias de “pensamiento mágico” me llevan a darle vueltas a las situaciones, aún a pesar de que razonando los pros y los contras, llego regularmente a una conclusión lógica en todas las situaciones por las que atravieso. Continúo esporádicamente con reminiscencias de mi condicionamiento infantil, pero aún y con esto, tengo la capacidad de superar poco a poco esas ataduras mientras no deje de practicar el pensamiento lógico y escéptico… plasticidad neuronal, de eso se trata,y precisamente por esa capacidad, es por la que podemos, mediante la práctica mantenemos libres de pensamientos recurrentes, como por ejemplo, los acostumbrados pensamientos fatalistas de: - ay, debo encontrar a mi príncipe azul antes de que se me vaya el tren.

El objetivo no es esperar a que llegue a rescatarme un príncipe azul, mucho menos casarme, ya no necesito ser rescatada, ni amarrada...¿?.. jajajaja, el punto es estar con alguien que esté igual de loco que yo, y que además me permita ser libre, sin condiciones ni ataduras... lo de las ataduras es metafórico, pero lo no metafórico representa un alto nivel de complicidad, confianza, sincronía y equilibrio emocional, lo cual jamás se consigue con un cretino.

ésta me gusta más... mucho más
No sé que vaya a pasar en el futuro, estoy aprendiendo cada día más, disfrutando y sacando provecho de la realidad. De lo que sí estoy segura es de que solo quiero aventarme como gorda en tobogán, seguir mi vida con otro enfoque... y viviendo en las expectativas ; )

Challenge Acepted!!!

Solo sé que hoy estoy feliz.

La rola de hoy:






4 comentarios:

  1. Si Dulcinea lánzate por el tobogán y disfruta el viaje largo o corto, que por seguir estándares estúpidos nos perdemos de lo mejor. Gracias por ser tan intensa.

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    1. Las expectativas wey, LAS EXPECTATIVAS!!!!!!!

      Gracias, la pasé genial!!!

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  2. Me gusto tu escrito, disfrute leyendolo, sigue compartiendo tus pensamientos, son muy hermosos. ¡Me encantan! Yo tampoco creo en cuentos. Sigue disfrutando de la vida como si fueras una niña, no pierdas la alegría de vivir.

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