Martes, 5:11 a.m., (sí, ya se que no es Jueves), faltan nueve minutos para que suene la
alarma de mi teléfono y extrañamente no tengo deseos de posponerla en cuanto
suene. Mi hija está dormida aún a mi lado, y aunque pareciera que siempre
duermo con ella, esta es la primera vez que está en mi cama en diez meses. De
hecho, ésta es de las primeras veces que estoy en mi cama en diez meses. No, no
dormía en el suelo, es que simplemente mi cama no me hacía falta: había otro
refugio donde solía sentirme amada, segura y a salvo.
La vida es una sucesión de cambios, y aunque algunas veces
la comodidad y aferrarnos a lo conocido nos obligan a permanecer en un solo
sitio inamovibles hasta bajo la tormenta, llega un momento en el que el balcón
del castillo de arena inevitablemente se derrumba y nos obliga a movernos de
lugar muy a pesar nuestro.
El castillo no se levanta solo y alguien se ha
llevado mi queso.
En realidad no hay un “alguien” que se lo haya llevado, ese “alguien”
era el queso, y un día descubrí que mi (sí, Mííí, de Mío) suculento fromage frais,
se había convertido en un fromage à pate persillée bastante mohoso,
lo cual no hubiera
sucedido si me hubiera esmerado en conservar la frescura, la temperatura, las
condiciones… algo imposible de hacer puesto que como apenas puedo con mi vida,
mis condiciones, mis traumas, mis
complejos, lo último que podía hacer era empujar a alguien más para que saliera
adelante con su vida, sus traumas y sus complejos.
Había olvidado ese sentimiento de despertar y dirigir mis
pensamientos al objeto de mi afecto, no, no es dios, ni buda, ni alá, ni monesvol:
el objeto de mi afecto es alguien real de carne y hueso, aunque a últimas
fechas reconozco que ese objeto de mi afecto existe más en mi imaginación que
en la realidad. Y es que al final construí
mis “foquin expectativas de shit” usando una mezcla de experiencias
pasadas, influencias del entorno, deseos frustrados, motivaciones incomprensibles
y con esa mezcla unté los ladrillos de los sucesos diarios, los detalles
románticos y los detalles no tan románticos, para construir un tremendo
monumento a mis futuras frustraciones usando como molde la forma de… el objeto
de mi afecto. Insisto, que hubiera sido más productivo comprar un kit de "clone a willy",
por lo menos estaría más feliz… por un rato.
Sí, después del alejamiento voluntario, pasé algunos días haciéndome pendeja (lo cual se me dá de una manera natural) viendo
Netflix en lugar de poner manos a la obra para mejorar mi morada y mi espacio
físico, con el pretexto de “estoy deprimida” para no mover ni un popote y
rehusarme a iniciar un proceso de desintoxicación (literal) de espacios… en
otras palabras: me dio hueva hacer el “quiacer” en casa porque me sentía de la
chingada.
Y sigo sintiéndome de la chingada, porque al final un
proceso de cambio no puede ser efectivo si no existe un descongelamiento de la situación de acuerdo con Kurt Cobain… no, espera, de acuerdo con Kurt Lewin:
(francamente prefiero usar el ejemplo de cambio
de Kurt Lewin a usar una conocida canción de Lupita D’Alessio),
y la primera de
esas etapas es descongelarme y romper con ese Status quo para luego vaciarme en
un molde con la forma que deseo tener y volver a congelarme para mantener esa
nueva forma… ¿alguien tiene un molde del cuerpo de Scarlett Johansson o
a la perdido de Bárbara Mori?
Suena filosóficamente fácil, y lo sería… si no existiera una
resistencia a querer descongelarme y dejar lo que me mantuvo cuerda, sin
escribir, serena y controlada durante cinco años... quesito, te amo tanto.
Cinco putos años… cinco años son una eternidad: es un
lustro, un quinquenio de vida, 1825 días que en realidad son 1826 o 1827
dependiendo de los bisiestos, con sus correspondientes 43800, 43824 o 43848 horas respectivamente y sus
minutos, los cuales son un chingo y ya no saco la cuenta porque me voy a deprimir
más de lo que ya estoy, porque en esos putos años pude: estudiar un nuevo
idioma, hacer otra carrera universitaria, ir al concierto de Guns n´Roses en
CDMX, arriesgarme a cambiar de giro o de género… pero no lo hice, no porque no
haya podido, sino porque no quise hacerlo, porque se me dio la gana disfrutar
esos cinco años viajando por carretera, con dos kayaks en el techo del Tsuru, remar
en un río, acampar en la playa, ver tortugas salir de la arena y liberarlas en
el mar, tomar mucho vino y comer muchas aceitunas, desvelarme muchas noches
solo por el placer de una plática, embriagarme en los rallys para terminar
buscando un panteón que nunca apareció, preparar platillos fuera de lo común y
comer cosas exóticas, jugar gotcha y recibir hits que dejaron marcado mi
cuerpo, bronquearme con putos pocoshuevos hasta en el speedball, bronquearme
con putos pocoshuevos a la salida de los antros, meterme entre cohetes durante
una hora y sentirlos estallar sobre mi cabeza, tener sexo al aire libre, en el
mar, en el cerro, y hasta en medio de la carretera, nadar en ríos y lagunas en un entorno natural,
ver cocodrilos en manglares, conocer al Dr. Mireles y conversar con
autodefensas michoacanas, nadar desnuda en el mar, hacer muchas parrilladas,
fumar hierbas extrañas en playas
vírgenes, acampar en una serranía helada bajo las estrellas, rescatar perritos, perderme en un
bosque, meditar junto a una luminosa fogata, ver muchos atardeceres en
escenarios fantásticos… todo junto al objeto de mi afecto, tan solo por eso,
cinco años valieron mucho la pena y escogería vivirlos otra vez.
Total que en esos cinco años, en los que cambié llamadas por
mensajes del Whatsapp, DVD por Netflix,
USB´s por dropbox, Guia Roji por Google
Maps, y mi cel tamagotchi por un Moto X, hay cosas en mi persona que jamás
cambiaron: sigo desconfiando de todo, amo levantarme tarde el fin de semana, posponer
la alarma matutina hasta tres periodos de diez minutos, comer mientras veo tele
por la noche, odiarme frente al espejo mientras me lavo los dientes, hurgarme
la nariz, odiar la insoportable depresión del domingo por la tarde, ser impulsiva, desordenada, loca, destrampada e insumisa y muy rebelde.
La pregunta es, ¿de verdad debo, Debo, DEBO, cambiar?, ¿Qué carajos
es lo que está afectándome que necesito forzosamente ser diferente? La
respuesta es: nada. Y no se trata de una obstinación para seguir siendo la
misma irreverente berrinchuda de siempre, es simplemente que a éstas alturas de
mi vida no me agrada hacer complacencias, no me satisface hacer cosas que a mí
me disgustan para quedar bien con alguien, me cansé de adivinar para hacer una
expresión o un gesto adecuado, decir una palabra o evitar decir algo que me
puede comprometer… y en esta parte quiero hacer una aclaración: Nadie puede
hacer que te sientas mal sin que tú lo consientas. Y si alguna vez alguien
creyó que lo que yo decía era para obligatoriamente lastimar: lo siento mucho,
yo no soy responsable de lo tanto que se lastima la gente...
Igual en sentido contrario: podría hacer una extensa
colección de opiniones que la gente tiene acerca de mi persona: fea, narizona,
cegatona, histérica, gritona, hipócrita, mentirosa, grosera, ofensiva, cínica,
desgraciada, incongruente, egoísta mala gente, sin integridad, inmoral,
deshonesta, indecente, sucia, obscena, impúdica, impropia, insolente, comodina,
desfachatada, sinvergüenza, descocada,
atrevida, puta, cobarde, zorra, indecorosa, inconveniente, escandalosa y
los que faltan y se vayan agregando. Al final no le voy a dar gusto a todos, y
sus opiniones son muy SUS opiniones, y si no me place, no haré algo al respecto
que les haga cambiar esa opinión que tienen de mí, sobre todo tratándose de
gente irrelevante en mi vida… y aunque
se trate de gente relevante en mi vida, es más fácil alejarse que esforzarse
para cambiar una opinión, y simplemente porque no me voy a esforzar por cambiar
una opinión a costa de mi salud mental, la cual de por sí es ya poco saludable.
Sin embargo, con todo esto, seguiré confiando en hablar de mi pasado con las
personas más trascendentes de mi vida, para que les quede claro que no me
arrepiento ni me torturo tratando de cambiar lo que hice, porque lo único que
puedo cambiar es el presente, y consecutivamente, el futuro. Lo reconozco, sí
soy impulsiva, inmadura, alocada, inconsciente, atrevida, casquivana,
irreverente… y he hecho muchas locuras en mi vida, como sonsacar al novio en el
funeral de su abuelita… (picale aquí pa´que te enteres) pero eso, no se ha repetido, ni se volverá a repetir.
Tal vez en otra época de mi vida, no sé, a lo mejor cinco
años atrás, me hubiera importado mucho la opinión de la gente, sobre todo la
opinión de mis seres queridos, pero me di cuenta de que si en realidad son
seres que me quieren y a quienes amo, las opiniones valdrán menos que los
hechos, y el hecho es que durante mucho tiempo la percepción que muchos han
tenido de mi persona solo se fundamenta en suposiciones, en prejuicios basados
en el pasado, en chismes, en mis ideas de pensamiento lateral que poco encajan
con la expectativa social y religiosa. Entiendo que si mis seres queridos me
aman, el amor será eso: amor, y se supone que el amor es incondicional,
desinteresado, libre de ataduras y de prejuicios. Todo lo anterior me lleva a
pensar que conforme nos conviene usamos la palabra “amor” como un comodín que
nos puede servir para chantajear, señalar, pedirle a alguien que cambie,
mentir, aparentar y sobre todo para adjudicarnos una “superioridad moral”
cuando decimos pleonásticamente: te amo sin condiciones.
La verdad es que nos equivocamos, cada uno de nosotros tiene
un concepto diferente de “amor” el cual, como ya dije, usamos a conveniencia,
porque al final se trata solamente de obtener lo que queremos y lo que
necesitamos. Sí, así es, desfachatadamente el amor es un concepto social de
chantaje: así que amen a dios, porque dios los ama y si no lo aman como él
quiere que lo amen, los mandará al infierno… Conmigo no aplica, no me interesa
que me amen o no me amen, con que no me jodan es suficiente.
El sol que va saliendo se refleja en mis ojitos pizpiretos :) |
7:04 a.m. sale el sol
y estoy en el puente del amor, no, no estoy aquí porque me vaya a aventar del puente,
tampoco vine a poner un candado para demostrarme amor y compromiso para conmigo
misma. Ayer mandé el coche al mecánico y me lo entrega hasta hoy por la tarde (espero),
así que como madrugué y por mucho, decidí caminar de mi casa al trabajo y éste
puente queda de camino. Pero aquí en este lugar experimenté la misma epifanía
que tuve el 29 de diciembre del 2011 en la ciudad de Toledo, y por eso les
puedo decir que Dulcinea del Rebozo no estaba muerta: andaba de parranda.
Quiero que me dure mucho tiempo el gusto, hace ya quince
días que el prozac invade mi sistema nervioso, y no quiero tomarlo más… porque
me inhibe el deseo sexual, y para mí el deseo sexual es el más sexual de todos
los deseos 😋, pero tampoco quiero caer en esa rutina de netflix sin limpeza
hogareña, de vodka y aceitunas sin queso azul, de llamadas a mitad de la
madrugada, de insomnio incesante, de pensamientos recurrentes y desgastantes
repletos de signos de interrogación, de culpabilidad perpetua, de remordimiento
de consciencia, de recuerdos gratos que se convertirán en dolorosos por pensar
que no se repetirán otra vez, ah! pero sobre todo ya no quiero más chorizo sin puerco.
No estoy esperando
que llegue quien me saque de mi zona de confort, quien me disfrute con locura,
quien me quiera y me acepte completa con lo que soy y lo que no soy, no estoy esperando
a que llegue, porque estoy habituada a trabajar para que las cosas sucedan,
y me gusta así. Porque si quiero el sol, la luna y las estrellas, me las bajo
yo solita, y hacerlo me hace feliz. He decidido brillar cuando yo quiera, como
yo quiera y el tiempo que yo quiera, porque es Mí Vida, Soy Yo, y eso es lo que
importa, y me comeré el queso azul cuando se me antoje, y es que al final: sí, me
encanta el queso azul…
La rola de hoy, de mi difunto esposo Kurt Cobain…
https://youtu.be/QxBOYQYtVsE
ResponderEliminarEspero te guste otra de kurt, otro kurt.
Te recerdamos y extrañamos. Abrazo a la brasa.
Te recordamos y extrañamos. .Abrazo a la brasa.
Mooostroooo!! te mando un abrazo de oso y un enorme beso para Fri y Bebé... un día de estos tengo que ir a visitarlos, los extraño!!!!
Eliminar