jueves, 13 de septiembre de 2012

El post de las almorranas



Nixon contra las hemorroides... que alguien me explique
Las hemorroides, como tales, son inflamaciones de las venas del recto y ano que salen como consecuencia del esfuerzo para evacuar el intestino, lo cual ocasiona problemas para expulsar los desechos propios del cuerpo. A las hemorroides también se les llama almorranas y como muchas otras cosas, vienen en diferentes tamaños, colores y formas. Las hemorroides son dolorosas, molestas, punzan, arden, pican, incomodan, fastidian, enfadan e irritan. Así como pasa con muchos sucesos diarios que nos colman el plato o nos llenan el buche de piedritas. Y al igual que las hemorroides, estos sucesos diarios que nos fastidian, de no ser atendidos a tiempo, pueden crecer en incomodidad causando problemas para defecar… así es, estos sucesos diarios provocan que la caguemos de vez en cuando.

Me pasa que pequeñas situaciones me llegan a trastornar la vida. Detalles minúsculos se vuelven insoportables y tan molestos como una almorrana: dan comezón, pican y duelen…¿y cómo conozco la sintomatología de las almorranas? Ahhh, pues porque me lo dijo la prima de una amiga.

Hay algunos detalles que para la mayoría de la gente pueden pasar inadvertidos y que para mí constituyen un verdadero malestar, hay gente que cuando conoce los motivos por los cuales me quejo, piensa que estoy loca… creo que están en lo correcto:

Me pasa, que regularmente canto durante el día la canción con la que amarezco. Una vez estaba en Guanajuato con mis cuates, para un cervantino, y a un malhora se le ocurrió despertarnos con una conocida rola de “Los Tucanes de Tijuana”… todo el día me la pasé tarareando. “yosoyunhiiiiijo dela madruga-da da da da da da da da da”


Por más que trataba, no podía quitarme esa rola de la mente, así como cuando trato, pero no puedo desaparecer el malestar interior con el que muchas veces amanezco. Se llama “intranquilidad de conciencia”, dice mi madre.

Total que en mi retorcida mente, siempre debo programarme positivamente para amanecer de buen humor, ya que si la “rola del día” no es la atinada, la gente que me rodea puede sufrir las consecuencias.
Y no soy la única que tiene esta peculiaridad, una vez mi hermano me contó que todos los días amanecía cantando canciones de Rigo Tovar y Chico Ché. Al platicármelo, mientas cantaba “quen pompó,” se mostraba mas intrigado que preocupado, ya que en la mañana no escuchaba música, y cuando ponía música a lo largo del día, ni siquiera consideraba a esos artistas para su play list. Y él aseguraba que en cuanto abría los ojos al despertar, inmediatamente comenzaba a cantar “el sirenito”, o tarareaba “de quen chon.” Y se había descubierto a sí mismo cantando “mi matamoros querido” mientras estaba esperando el cambio de luz en un semáforo. La intriga desapareció el día que se levantó al baño a las 4 y media de la mañana y descubrió que una de las aficiones del vecino es escuchar a Rigo Tovar y Chico Ché a esas indecentes horas.

Lo bueno para mí,  es que durante la temporada que viví en esa casa el vecino no tenía afición por levantarse temprano a escuchar música… ¿lo bueno para mí?, jajaja, lo bueno para el vecino.

Hay canciones que me ponen de genio cuando las escucho y es porque esas rolas me recuerdan ciertas épocas de mi vida que no son agradables, o porque la letra de esas canciones es tan ridícula que me da pena ajena cantarlas… ¿Cuáles son?, ja! estaría loca si te digo cuales, porque al decirte cuales son, el día que te enojes conmigo seguramente irás a llevármelas de serenata para tenerme mentando madres al día siguiente.
A parte de la música, hay otras obsesiones que me trastornan, por ejemplo con la comida. Y es que para mí, el acto de comer es una delicia y un gran placer. (Y nótese que lo escribí con M).

Mis obsesiones con la comida me causaron incomodidad y disgusto desde muy pequeña. Antes de los cinco años manifesté mi desagrado por los pellejitos del jitomate en la sopa, al grado tal de parecerme a Mafalda y aborrecer por completo los fideos, el arroz y todo menjurje que llevara jitomate cocido entre sus ingredientes.

Lo anterior desató peleas diarias entre mi madre y yo, lo cual se hubiera evitado si mi mamá hubiera aprendido a cocinar otro platillo… o si yo me hubiera habituado a comer la sopa con todo y pellejitos de jitomate. Cosa que no sucedió hasta que me fui a vivir sola y no tuve mas remedio que aprender a comer lo que podía comprar en una cocina económica por la módica cantidad de $20 pesos: sopa de pellejitos de jitomate con fideos, caldillo de pellejitos de jitomate con media pieza de una cosa rara con muchos pellejitos de jitomate que parece una albóndiga y sopa de pellejitos de jitomate con arroz.

Cuando era niña, mi mamá se empeñaba en prepararme sanos refrigerios para la hora del recreo: sándwiches de jamón holandés de pierna con queso manchego, jugo de naranja natural (el cual lo hacía a las 5 de la mañana, ya lo he platicado en otro post),  y de postre una “golosina” de frutas secas: pasas, ciruelas o dátiles. Pero cuando llegaba la hora del recreo, el sándwich ya estaba aplastado y el jamón a temperatura ambiente (¿mencioné que el jamón me gusta frío porque esta catalogado en la clasificación de “carnes frías”?), juraba que el queso me sabía a fermentado y que el jugo de naranja era tremendamente ácido. Así que esperaba a que las mamás de mis compañeritos de salón llegaran a la hora del recreo con sus refrigerios recién preparados para intercambiar mi sándwich de jamón por una delicioso bolillo calientito con crema y vinagre, una tostada de frijoles licuados con salsa maga, o unos riquísimos tacos de huevo…esto último actualmente constituye un lujo y deberían ser renombrados “tacos de caviar de pollo”.

Mi mamá en su afán de alimentarme bien, lo que alimentaba era mi “afán” por la comida recién hecha y mi desprecio por la comida almacenada. Mi madre gastó miles de pesos en prepararme refrigerios de calidad para alimentar... a mis compañeros de escuela. Tengo que reconocer que su esfuerzo no fue en vano, lo único que me comía eran las frutas secas, y actualmente tengo una obsesión insana por los dátiles del desierto… de Sonora, porque los originales del Sahara salen muy caros.

Si me gustan los dátiles, es porque me gustan las cosas dulces… ¿a quien no? pero no se te ocurra invitarme un café azucarado. El café se disfruta sin azúcar. No se a qué degenerado se le ocurrió hacer esa malévola combinación. El café debe disfrutarse sin azúcar y sin crema… pero con galletas de chocolate o algún otro bocadillo muy dulce. Gente que me conoce me ha dicho que el café y yo nos parecemos… ¿en lo caliente?, no, en lo amargo. Así que si me invitas un café, solo tienes que agregarle a una taza dos cucharaditas de nescafé, agua hirviendo y listo, no soy tan complicada.

En eso de la complicación, hay cosas que yo solita me complico por situaciones que me incomodan más que una almorrana: Si tu viajas conmigo y yo voy manejando, jamás me pidas que pase al “auto mac”, “al auto donald” , al “auto king” o al “auto burguer”. Odio estar en medio de una persona hambrienta y un altavoz con una pésima transmisión, altavoz que fue diseñado para estar entre de un inepto tomando una orden y un hambriento indeciso…¿razón por la cual lo odio? Tengo disminuida la capacidad auditiva del oído izquierdo y por tu indecisión y mi discapacidad auditiva, quiero que me evites la pena de pelearme con el altoparlante, ya que en vez de oír “promoción: hamburguesa grande y ensalada”, seguramente escucharé: “porno guión: gruesa, grande y bien hinchada”

Eso de la discapacidad auditiva explica muchas cosas con respecto a lo que oigo, ya que una de mis principales dificultades es que no escucho bien, cuando alguien me dice las cosas, generalmente tiene que repetirlo dos veces, y en ocasiones, aún repitiéndolo dos veces, solo llega a mi entendimiento una parte del mensaje: la parte que me conviene.

Por lo anterior a veces me cuesta tomar decisiones y me vuelvo arbitraria porque no vale la pena pedir una opinión, al final decidiré lo que más me acomode, y a veces lo que más me acomoda, es delegar la decisión.
Y hablando de decisiones, no me dejes decidir qué comeremos hoy, dime de qué tienes ganas y eso comeremos. Al final, las únicas cosas que no me gusta comer son plátanos y sopa de habas. De ahí en más, puedo comer cualquier cosa. Así que no me des la responsabilidad de decidir lo que comeremos, o peor aún, decidir a que lugar ir a comer,  odio que me recriminen que la comida no estaba buena, o que el servicio es pésimo o que hubiera sido mejor comer tacos de la esquina que salen mas baratos. Tampoco me pidas que ordene por ti, ya que es seguro que me negaré ante la sugerencia de pagar veinte pesos adicionales para que le agreguen 1200 calorías más a tu combo, no por lo de las calorías, sino que con esos veinte pesos puedo comprar de postre un helado doble.

Son muchas las cosas que me fastidian como si fueran una hemorroide. Esas cosas que me fastidian, las puedo catalogar como “almorranas mentales”, y como son muchas, continuaré mi lista en el próximo post.

la rola de hoy: uo uo uo uo uo uo gimme please a chala...


3 comentarios:

  1. Que chiflaos te digo, no puedo ver nada, ya me registré y sigue igual todo en negro...

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  2. jajaja ahora entiendo porque cada kien llevava su comida a explora, jajaja

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