jueves, 3 de mayo de 2012

La niña que llevé adentro: mi hija.


Sucedió en el año 2004, en el mes de Marzo, oh si, lo recuerdo perfectamente. Ese día fui al concierto de Belinda, era el Tour Fiesta en la Azotea y como mi hermana mas chica no tenía quien la acompañara le rogaba a mi mamá que la dejara ir al concierto, y en un acto de solidaridad me ofrecí para peinarla de diadema de trencita e ir con ella.

Llegué al concierto de Belinda vestida de negro, disfrazada para fiesta de halloween como era mi costumbre. Pero bueno, el tema del concierto no es el tema de mi post, el tema de mi post es lo que sucedió 9 meses después, un 22 de diciembre del año 2004 a las 6:45 p.m., después de 10 horas treinta minutos de cobarde labor de parto. Y digo cobarde porque en cuanto me empezaron los dolores yo rogaba que me pusieran la anestesia epidural. Los dolores me empezaron a las ocho y media de la mañana, media hora después de que me administraran oxitocina para inducirme el parto. Pero la anestesia me la dieron hasta pasadas las cuatro de la tarde. Nunca pensé que rogaría con urgencia me hicieran un piquete en la espalda y que luego me insertaran una sonda por la médula espinal.

En vista de que mis miserables 5 centímetros de dilatación hacían imposible un parto, los doctores decidieron abrir mi región abdominal para sacar a mi niña interior. Y así fue como salieron de mi panza 2 kilos 900 gramos con 51 centímetros de largo.



Guayabitos 2007.


He confesado muchas veces que no estaba lista para tener un bebé, si tan solo contaba con la edad física de 23 años pero la mental como de 16 de acuerdo a la opinión de mi madre. Ya que la niña lloraba y yo lloraba con ella (de hecho creo que yo lloraba más que mi hija). Mi madre en su desesperación me increpaba: -Emmy, la niña está llorando!!!!!!!. Y yo en mi desesperación contestaba llorando: -pues pregúntale que quiere porque yo no la entiendo.

Y es que a mí se me hacía imposible mantener el juicio con mi rutina nocturna: cada hora prepararle un biberón, dárselo y asegurarse que no se ahogue, darle palmaditas en la espalda para hacerla eructar, ponerla “a dormir” (o arrullarla para que se durmiera), tomarme un paracetamol para mi dolor de cesárea y repetir el proceso media hora después durante toda la noche. Por pasarme la noche en vela no tenía ánimos de descifrar si cuando lloraba lo que tenía era hambre, sed, sueño, pañal mojado o simples y puras ganas de soltar el llanto, ya que estando recién comida, bebida, despertada y con los pañales limpios, no se me ocurría que otra cosa pudiera necesitar una bebé de quince días de edad…hasta que mi madre me dijo que los bebés padecen cólicos. Y yo, desnaturalizada madre,  me volvía loca buscándole el botón de “off”.

Me encantaba verla dormir, porque dormida parecía taaaaaaaan inofensiva…

Guayabitos 2009

La parte mas deprimente de mi depresión post parto fue no haber podido amamantar a mi nena. Por más que insistía, no me salía leche. Por ese motivo mi madre inventó mil remedios caseros para convertirme en toda una señora vaca. El que más repulsivo me pareció fue cuando me embarró la espalda de manteca de puerco con chocolate abuelita… y así tuve que quedarme toda la noche. No me salió leche, me salieron barros en la espalda y ahora a parte de lidiar con mi rutina de noche, mi herida de cesárea y mi desesperación de día, también tenía que luchar contra una feroz comezón en las plumas.

De haber sabido a lo que me iba a enfrentar al tener un bebé, me hubiera vuelto monja desde temprana edad, y es que en mi locura, aunque lo considerara como una opción viable, por mas que le diera vueltas seriamente al asunto, llegué a la frustrante conclusión de que no podía regresarla por donde vino. Así que  también desistí de la idea de levantar una demanda contra la farmacéutica que fabrica las pastillas anticonceptivas que estaba tomando el día que me embaracé.

Tres meses y seis colapsos nerviosos después, había encontrado la fórmula ideal para que me permitió dormir cuatro horas seguidas: ponerla sobre mi pecho. Una vez que pude dormir como la gente normal, recuperé la alegría de vivir y mi depresión post parto desapareció.

Cuando mi hija y yo pudimos entendernos, alrededor de sus seis meses de edad, llegaron los momentos más felices y maravillosos de mi vida.

Brinqué de gusto un día al darle su papilla Gerber porque la cucharita hacía un sonido metálico, al principio me asusté, pero al examinarle su boquita, descubrí un puntito blanco en una de sus encías. Quise celebrar llevándola a los tacos, pero aún era pronto para eso.

Cuando comenzó a caminar era todo un caos porque siempre quería estar acompañada de alguien e ir a todos lados, yo me volvía loca, pero al poco tiempo también empezó a avisar “pipí” y fui feliz porque ya no tendría que gastar una millonada en pañales.

A los cuatro años le hice su presentación al templo… vestida de cenicienta con un vestido que yo misma confeccioné, con ayuda de mi mamá, claro. A los cinco años, la fiesta de cumpleaños fue con el tema la Bella Durmiente, y nuevamente le hice su vestido. En la prueba final, ya para coserle el cierre, se vió gustosa en el espejo y me dijo: -ahora si mamá, ya casi estamos listas, solo te falta un disfraz de Maléfica.



La princesa para el siguiente año sería la Bella y la Bestia, pero mejor me abstuve de hacerle fiestas temáticas.


Sus gustos musicales son totalmente contrarios a los míos, y con ella aprendí a tomarle gusto a Belanova, The Black Eyed Peas, Katy Perry, Natalia Lafourcade y Miranda!



Emmy Aoede alias "Memé"

Conocí perfectamente la programación de Jetix, que posteriormente cambiaron a Disney XD. (ahora caigo en la cuenta que el “ecs di” puede que sea un emoticón), crecí nuevamente mi niñez con su niñez, es decir, en lugar de traumarme con Candy Candy (la pobre niña llorona, que es como la llama mi hija), ahora me río a muerte con Los Padrinos Mágicos, Kid, Vs. Kat, Kick Buttowsky, Pucca y los magníficos Phineas y Pherb.

Me sé de memoria los diálogos de las películas infantiles de Linsay Lohan y las he visto todas, no me da vergüenza, a la que si le da es a mi hija cada vez que se entera que su actriz favorita puede ser encarcelada.



 
La botella de vino es la misma que sale en la película "juego de gemelas", la encontró en una fracción de segundo al pasar junto al aparador de vinos, me enterneció mucho cuando me pidió tomarle una foto.



Muchos que me conocen habrían jurado que me hija sería darketa, sin embargo vistió botas de “patito”, casi toda su ropa es rosa, es fanática de la Barbie y Hello Kitty, le gusta el brillo labial de cereza y le encanta dibujar con lápices de colores Farber Castell versión princesas.

Para los reyes pidió barbies y un celular, pero celular de verdad, y en realidad lo usa, ella es muy responsable, no me extraña que hasta la fecha no haya perdido el celular, solo una vez lo olvidó. Yo lo pierdo casi cada tercer día. En mis épocas ni pensar en un celular, además ni siquiera tuve que enseñarla a usarlo, ella solita descubrió como hacer llamadas, contestar mensajes y enviar “juego” al 90400. Ahora caigo en la cuenta que mi hija no nació con “el chip integrado”, sino con todo y las apps para su sistema operativo, eso si, el “download” me tardó nueve meses.

A muy temprana edad le llegó el momento de preguntarme la pregunta inevitable que preguntan todos los niños: - ¿mamá de donde vine? ¿De donde vienen los bebés??. Le mostré una foto donde estoy embarazada, y le dije: -mira, aquí estás adentro de mi panza. Ella contestó: -mamá, ¿me comiste?

Para mi fue fácil explicarle de donde había salido, fue suficiente con mostrarle mi cicatriz y decirle que me abrieron para sacarla. Yo a su edad creía que los bebés nacían por el ombligo… y con ropa. Luego vió South Park y todo el asunto quedó aclarado.



Memé, con sus primos.


Agradezco que mi hija está bien, es muy sana y muy lista. No tengo que insistirle para que haga la tarea ni para que organice sus cosas. La muy hermosa se prepara el desayuno cuando estoy que no puedo ni levantarme. Me tiene mucha confianza y hasta me cuenta quienes son sus galanes.

Hace unas semanas veíamos la película “un viernes de locos”, y hay una escena donde la hija adolescente le increpa a su madre: Te odio!, arruinas mi vida!!. Reflexioné sobre eso y me di cuenta que ahora soy feliz con mi hija, nuestra relación es excelente y quiero disfrutar eso mientas dure, ya que algún día crecerá y se convertirá en una adolescente. (Y pensando en eso, creo que pagaré las que le hice yo a mi madre.). Pero mientras eso sucede abrazo a mi hija y le digo: -llegará el día en el que tu crezcas y me digas “mamá te odio, arruinas mi vida”. Fue hermoso ese momento, porque pausó la película, me abrazó y me dijo:   -mamá, yo te juro, pero te juro deveritas que nunca pero nunca te voy a decir eso porque te quiero mucho.


Solo me queda sonreír. Dios Gracias!!




La rola de hoy, la canción de mi hija: Aoede (se pronuncia Aegys), del álbum Aoede de Theatre of Tragedy. Para nada la define, ella es muy diferente a mi: salió todo amor y dulzura, como si se hubiera concebido en un concierto de Belinda.

2 comentarios:

  1. Q buena manera de definir un cúmulo de experiencias, tus micro historias me encantan, deberías pensar en escribir un libro o algo así. Tienes mucha habilidad. Un beso a ti y a tu nena

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    1. Gracias Marcos, me encanta saber que me lees, estoy por terminar el de mañana y con otros veinte ya podré escribir un libro de mis chocoaventuras titulado "el diario de Dulcinea del Rebozo", una crónica del holocausto, del holocausto que se vive en su conciencia... será un best seller como aquél de Ana, Ana, no me acuerdo, una tal Ana.

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