jueves, 17 de mayo de 2012

En el día del Estudiambre


Los maestros eran como nuestros segundos padres, ya que cuando somos niños y adolescentes pasamos con ellos una gran parte del día. Y como segundos padres también les ha tocado sufrir los desvaríos no de uno sino de hasta 50 alumnos (y es que, bueno, yo estudié en escuelas públicas, así que las aulas generalmente estaban atascadas y como es lógico, el maestro no se daba abasto con tanto muchacho por atender). Como es de esperarse, los alumnos hicimos muchas veces blanco de nuestras burlas al profesor en turno, sobre todo a esa edad donde la decencia nos valía un reverendo cacahuate y nos sentíamos con el poder suficiente como para comernos el mundo a puños… eso sí: la mayoría nos sentíamos muy cabrones, pero nuestra mamá todavía nos lavaba la ropa, nos alimentaba y nos daba para el camión. Independientemente de eso, como estudiantes nos sentíamos con todo el derecho a burlarnos de nuestros profesores y ponerles apodo: Kitazato, La Vikinga y Fabulman, no me dejarán mentir, y a los más afortunados se les llamaba por su apellido, excepto a un profe de computación de la prepa, a quien solo le decíamos Mario, su nombre completo: Mario Verdín Limón.

Mi mejor época, la de estudiambre, en la prepa. Fue tan buena que hice la prepa en cuatro años. A mi carnal le fue mejor, porque la hizo como en 6 años y en 8 escuelas diferentes.

Siempre he dicho que la prepa fue la mejor época de mi vida, fue la más divertida y en la que mas locuras hice. Todos mis amigos coinciden conmigo, excepto Fede, quien defiende hasta la muerte que la secundaria fue su mejor época de estudiante, le insistí bastante para que comprendiera que en la prepa uno tiene mayor ingenio para hacer desmadre, el nivel de locura es mas alto, los desvaríos y disparates traen consecuencias mas divertidas…pero ella sigue insistiendo. Tiempo después supe que su nivel máximo de estudios es secundaria.

La EPL, Escuela Preparatoria de León, aunque mi papá asegure que las siglas significan Escuela Pinchurrienta de León, y no lo culpo por tener esa opinión, “me eché a perder” cuando ingresé ahí: Salí de la secundaria con promedio de 9.8, sí, de tooooda la secundaria, osea era una nerd, una matada, una cerebrito. Tan Ccerebrito era que al hacer el examen de admisión a la prepa quedé en el 13avo lugar, a los 13 años de edad.

Ahora que lo veo en retrospectiva, si le ponemos un poquito de superstición, todo indicaba que las cosas no saldrían bien. Y en efecto no salieron bien, iniciar la prepa a los 13 años me puso como blanco de muchas burlas y bromas pesadas. Mas que mi edad, mi inocencia me hacía susceptible a que me cobraran por entrar al baño, que me robaran descaradamente mis cosas, que se pusieran de acuerdo para confundirme de salón, que me pusieran el pie para hacerme caer a mitad del pasillo, y otras amorosas expresiones de afecto que ahora sé que se llaman bulling.

No pude con el primer semestre de prepa y eso es porque al terminar tenía reprobadas 10 materias de 8, y es que mis compañeros de grupo me dijeron que Orientación Educativa y Taller de “de hache i” no eran materias de verdad. Justifiqué mis calificaciones tratando de convencer a mi madre de que el cero que me saqué en matemáticas era la representación de un “conjunto vacío”.

Estaba a punto de abandonar los estudios para siempre y meterme a una fábrica de zapatos (de esas que casi no hay en León), para trabajar como adornadora o preliminar. En ese punto, el desprecio de mi madre y algo en mi interior me convencieron de que siguiera estudiando, y aunque me moría de la angustia porque regresar a la escuela me causaba mas miedo que el Algebra de Baldor, saqué fuerzas e inspiración de un bote de jumex, y decidí ingresar nuevamente para concluir el “reto prepa” y vivir los que se convertirían en los mejores tres años de mi vida.

Para empezar con el pie derecho, antes de llegar al “segundo primer semestre”, participé en el “rito de rapar a los de nuevo ingreso”: me puse un pasamontañas como el de el Comandante Marcos y me vestí de niño, lo cual no me costó trabajo porque ya me había acostumbrado a vestir de niño: solo usar pantalones de mezclilla (y de hombre), ponerme playeras de Nirvana, “burras” y a amarrarme camisas cuadradas a la cintura, además nadie se daría cuenta de que una chica está rapando hombres porque en ese tiempo, a los 14 años mis pechos aún no se desarrollaban… y aún sigo esperando que se desarrollen.

En mi segundo ingreso la cosa fue mas fácil, ya que a todos los que no pudimos con el primer semestre, a la segunda vuelta, o sea al repetir semestre, nos pusieron en dos grupos, en el “N” y en el “O”. Comprendí entonces que éramos muy poco agradables ante la dirección, y por eso nos asignaron en dos grupos donde nos trataban como VIP (Varios Imbéciles que no Pudieron).

Independientemente del trato “vi ay pi”, todos los que estábamos en esos dos grupos éramos un desmadre, y cuando nos juntábamos hacíamos todavía mas desmadre. A parte, en 1995 la disciplina en la prepa se vivía al momento de presentar exámenes, nunca en los patios. Jamás había alguien atrás de los alumnos insistiendo para entrar a clase, cada alumno era responsable de entrar a clase o quedarse afuera. Ver gente agrupada en “la aduana” a la hora de clase no estaba penado, incluso, se podía fumar libremente dentro de la escuela, tocar la guitarra y cantar a todo pulmón, besar al novio o novia, de hecho, tener novio o novia, porque nadie se escandalizaba por las preferencias sexuales del estudiantado; llegué a apostar en el póker dentro de la cafetería, con cigarro encendido y una cheve, en bolsita eso si; nos juntábamos también para ver Dragon Ball y hacíamos otras muchas cosas que ahora están completamente restringidas en esa escuela, como por ejemplo darnos el lujo de tomar la clase desde la ventana, por fuera…y en el segundo piso.

Tengo que agradecer públicamente a mis compañeros del grupo “N” por incluirme en su relajo, por tratarme como persona, por darme ánimos, y por dejarme copiar en los exámenes sin delatarme.

Poco a poco, y sin darme cuenta, fui adquiriendo suficiente autoconfianza, y auto cinismo para hacer cosas mas alocadas y divertidas. Lo mejor de todo fue desquitarme de quien me había hecho sufrir tanto en mi primer semestre: Todo se planeó de una forma fría y calculadora: A las 8 con cincuenta minutos de la mañana de un día martes, un cuate de tercer semestre apodado “el buzo” (a quien le decían así porque olía a pescado), le hablaría a Paco Perea para sacarlo del salón y conducirlo al baño de hombres, donde yo lo esperaría a las 8;53 junto con otros tres camaradas que también odiaban al Paco Perea. Después de que mis cuates lo sensibilizaron cortésmente con un par de golpes, lo convencí, por las buenas, de quitarse la ropa y quedarse en traje de Adán. Acto seguido, “el Buzo” se llevó toda su ropa al módulo de teatro, y solo me dejó una sudadera. Yo le hice una amable propuesta: - Mi querido Paco, en retribución a todas las que me hiciste hace un año, te propongo jugar un juego que se llama “encuentra tus prendas”, el cual consiste en atravesar desnudo por el patio central a las 9 en punto de la mañana, (horario en el cual 650 estudiantes salen para cambiar de salón), y llegar a los baños del módulo de teatro para que busques tus cochinos trapos. Tendrás a tu disposición una sudadera, la cual, podrás optar por ponerte en tus partes nobles, o por ponerte en el rostro para que nadie te reconozca. Te recomiendo para evitar penas, que te la pongas en el rostro y correr, porque con este frío tus bolitas se harán todavía mas chiquitas. En sus marcas, listos, fuera…

Desafortunadamente, solo llegó a medio camino para meterse cobardemente en un salón donde uno de sus amigos le prestó su uniforme de Tae Kwon Do. El cual trajo puesto un rato porque no le devolvimos sus jeans marca Levis Pirata.

Si bien fue divertido pasar tiempo en la prepa, fuera del aula. Era mas divertido pasar el tiempo de la escuela, fuera de la escuela y en la casa de alguien cuyos papás estuvieran ausentes. Y fue así como nos acostumbramos a las finísimas “aguas locas”, las cuales estaban cargadas en su mayoría con cinco kilos de azúcar y “panal y medio” de Vallense: todo un lujo en nuestras épocas de estudiante, lo digo por lo caro del azúcar.

El reto era también salir de la rutina de mezclar todo en la auténtica olla tamalera y servir con un cucharón, por eso también mezclábamos en el garrafón jugando a la botella, o en la “tina del baño” (pero en la tina de plástico donde se bañaban), o hasta en la mismísima lavadora (servíamos los tragos con la manguera, era divertido aunque a veces sabían a suavitel). Esas parrandas de medio día me enseñaron que la cruda no perdona independientemente de la hora; que los papás siempre llegan en el momento menos oportuno, (y en el momento menos oportuno alguien está desnudo); que el humo del cigarro no se disimula con incienso y que la marihuana se conserva mejor si la guardas en el refri y adentro de un bote de jumex.

Si esa escuela pudiera hablar: diría que ha visto pasar a mucha gente loca y desequilibrada por esas aulas, daría fe de la iniciativa estudiantil llevada a la práctica con muchos útiles proyectos (como el paro de labores por huelga, el amotinamiento en el Salón Azul y el intento de secuestro del coche del ex director Gerardo Gutiérrez Chico), y también daría fe de que Joseph Francois Nicolas Gerald Villanueva Perrault era, gracias a ciertos favores, coordinador del departamento de Ser-Vicio Social. (saludos al que me pasó el chisme: al intendente Lalo y a sus violetas africanas).

Esa escuela fue testigo de la concepción de muchas ideas, y de la concepción de muchos chamacos también, sobre todo cuando los salones del último piso del módulo central se quedaban solos alrededor de las 3 de la tarde. Ideas llevadas a la práctica como la revista “El Tijeraxo”, la cual editábamos con tiras cómicas y en el área de fotocopiado junto al salón de los espejos, jajaja, nunca olvidaré la caricatura de la maestra de Inglés Yolanda Quiroz: “Ruperto está hablando con Procopio", porque en vez de usar nombres como William o Brian, sacaba su catálogo de nombres para los años de la revolución.

Viví muchas cosas en esa escuela, de las cuales no me arrepiento, de hecho, si pudiera regresar el tiempo, sería mas bizarra y haría mas relajo. Sé que a partir de esa época, me convertí en una pesadilla para mis papás. Pero pudo haber sido peor: pude haber sido más irreverente, más sarcástica, más irresponsable, más intrépida, pero aún me quedaba algo de cordura que me permitía entrar al 65% de las clases y aprobar los exámenes en preordinario.

La prepa se llevó mi inocencia, y mi novio en turno también se la llevó.


Pero no me quejo, al contrario, puedo decir que disfruté mucho esos tres años donde superé con creces el trauma del primer semestre. Me hice más fuerte, más lista, más independiente. La prepa forjó mi carácter y se llevó muchos de mis miedos. Entré siendo una inocente niña de 13 años, tímida y retraída, a quien le encendían papeles debajo del asiento del pupitre de metal, y salí siendo toda una “bitch” que tomaba ventaja sobre el más incauto.

Luego… no se que me pasó, olvidé como ser osada y desafiante. Ahora experimento miedo y le pienso para hacer las cosas, me detengo si detecto riesgos. Pero quiero volver a esa época donde el dolor me valía madres, volver a tener esa energía, esa determinación y ese brío imparable.

La rola de hoy: todas las anteriores, mas todas las de Nirvana, las cuales marcaron mi vida en la EPL... me faltó alguna más representativa?

4 comentarios:

  1. woooo, pobre paco perea, jajajajajajaja, no manches, jajajajajajajaj, eres cabrona!!

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  2. La verdad se lo merecía, me ridiculizó varias veces en el patio de la escuela, el era un claro ejemplo de Bulling. Fui felíz con mi venganza.

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  3. Jajajaja no manches si las paredes de esa prepa hablaran..! todo lo que no dirían de nosotros en la mejor época de la vida :)

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  4. :3 La EPL a TODOS los que pasamos por ahí nos ha cambiado la vida. Casi lloré con el post jaja... luego te cuento de una vez que Joseph se puso a llorar en plena clase en los pastitos jajaja.

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